Friday, April 24, 2009

Quise darme la oportunidad de perderme en la profundidad de los colores con los que he decidido adornar las cuatro paredes que albergan mi vida, de ahogarme en los recuerdos que faltan por poner en cada mancha de pintura.

Caí en la tentación de acomodar cada uno de esos espacios en blanco por muros: el primero será para mis amigos, presentes o pasados; el segundo será para mi familia; un tercero para el ser amado y las fantasías que a él conciernan; el último será para mi filosofía. Quedaba vacío el techo, pero a él le destinaré las experiencias de mi soledad, las letras que narren a cualquiera que entre a mis dominios lo fantástico de mis imaginaciones.

Será mi techo el lugar en donde, con tinta de color carmesí, escribiré cada noche una canción de cuna para mi pasado; para que en paz me deje soñar con un futuro que, quizá, jamás llegue a completar; para que, en el presente en el que cierre los ojos y me hunda en la inconciencia, pueda entonces pensar que soy... y ser.

Tal vez de cada curva de mi caligrafía lluevan esperanzas que inunden el piso; el mismo que tantas veces no me ha dejado caer mas abajo en mis momentos de debilidad; el mismo que me ha acunado cuando mis lágrimas han rodado por mis mejillas... y en él encontraron su lugar; el mismo que me ha dado las bases para volver a levantarme y andar sin destino fijo; el mismo que será el lugar en el que yo descanse cuando llegue mi final...

Comencé a mover lentamente los pinceles: sabía muy bien que no me iba a ser fácil dejarlo a mi gusto pues, carente de habilidad plástica, mis intentos siempre fallidos de diseños únicos siempre eran eso: fallidos.

Llegó la noche y mi labor apenas comenzaba...