Wednesday, September 28, 2011

Y entre que sí y que no...

... y que tú y que yo; que si quieres y no sabes; o sabes y no puedes; o sabes y puedes pero no sabes si quieres.

Ah, la indecisión. O el miedo. O la cobardía. O la comodidad. O... tantas cosas que pueden hacerte actuar de la manera en que lo haces. Claro, manteniendo siempre la apariencia de ecuanimidad que te caracteriza; ese aire de "Soy-tan-Zen-y-tan-superior-a-ustedes-mortales-que-nada-de-lo-que-les-suceda-me-afecta". Pero difiero: tiene impacto. Incluso dentro de mis límites y el reducidísimo campo de acción que me dejas tener, sé que no estás tan "cool" con esto. Con este -por el momento inexistente- "tú y yo"; ni contigo, ni conmigo, ni sin ninguno de los dos... y menos aún con estar dizque asegurándote una vida en un espejismo que, aunque me atormenta decirlo y reconocerlo, durará hasta que tú quieras que viva la ilusión y -peor todavía- la promesa... vacía.

¿Qué quieres que te diga? Nunca has podido mentirme de a de veras. Cierto que mi astigmatismo mental llega a ser una dificultad a sortear. Verdadero también que no puedo ponerme en tus zapatos (puedo entender tu postura, pero no puedo -ni quiero ni es sano- ponerme en tu lugar, porque me faltan y me sobran cosas que lo hacen imposible). Si nos ponemos estrictos, debo dudar de conocer aunque sea un 1% de ti, igual que de todo lo demás. Pero tus ojos... Tu par de ¿espejos? ¿ventanas? ¿binoculares? ¿microscopios? ¿órganos de la Vista? no saben quitarse y ponerse máscaras conmigo. Por eso me esquivas: no me miras, no me lees, haces como que no me ves.

Definitivamente, a pesar de que me he propuesto analizar y recordar(te)(las cosas) con todo el escepticismo del que soy capaz, hay algo que no he podido dejar de lado y es el flash que vi cruzando por el complejo iris-pupilas-labios de tu rostro cuando pronunciaste las palabras más horribles que he escuchado en la vida: "No puedo, porque esto está mal". Y es que, por más que he tratado de decirme que sólo lo imaginé, que es lo que quiero creer porque es lo que deseo, que fue un efecto de la luz y demás pretextos, excusas, mentiras, similares y conexos, mi parte más sensible me susurra al oído "sabes que fue real. No pierdas la esperanza, no te rindas...".

Puedo llegar a decir que es masoquismo: una manía al dolor que me provoca ver tus acciones que gritan desde tu orgullo "No me importas". Pero también, y esto después de verte de reojo por casualidad macabra de las circunstancias, puedo decir que no es un castigo unidireccional: te atormenta tanto la distancia AUTO-IMPUESTA como a mí. Y es entonces cuando me pregunto ¿Cuál es tu afán de hacernos miserables? ¿Qué ganas hoy y qué obtendrás mañana de tu situación virtual y ficticia? ¿Por qué te causa tanto miedo algo que es más que real y que ambos sabemos que lo es? ¿A caso no sabes que eso que te aterra es sólo el paso? ¿En qué fallé al tratar de asegurarte que serías una, diez, cien veces más feliz si no me niegas?

No soy víctima, pues soy tan responsable como tú de la condena. También yo fui -soy- cobarde, porque en mi afán de ser la persona madura que se espera que sea, de entender y anteponerte, perdí aquello que he querido desde que te conocí. Es la segunda vez. Sigo sin entender porqué la segunda; porqué volviste; porqué yo. Sin caer en estas cuestiones de lugares comunes -y públicos- como el tan sonado y socorrido "Si amas algo..." esa duda me corroe. Sí, la verdad sobre lo que siento la sabes. Te lo escribí. Tal vez no te lo he sabido demostrar de modo que tú lo veas y lo sientas. Quizá también me faltó decírtelo viéndote a los ojos; pero, carajo... creo que, a pesar de mi certeza desde mi lado del río, también tengo derecho a sentir miedo de cruzar el puente. Siempre te dije "podemos negociarlo, podemos llegar al justo medio": puedo y quiero vencer ese miedo... contigo. Quiero poder dar ese salto de fe: saber que estarás para atraparme... o para enseñarme a volar...

No puedo pedirte disculpas ni perdón porque tú también fuiste -eres- cobarde. No puedo porque quien padece el castigo sin que sea meritorio soy yo. No puedo porque también es cierto que tengo dos grados de orgullo que usualmente callo. No puedo porque eso sería darte más poder del que ya tienes para destruirme más de lo que ya lo has empezado a hacer. No puedo porque también me amo. No puedo porque aunque me duela y sepa que a ti también te duele, te respeto. No puedo porque quizá, sólo quizá, también sea cierto que no podemos estar juntos... aunque lo dude. Como todo lo demás.