Saturday, May 04, 2013

Lavoisier y Cabrales sobre el amor...

El fin de semana pasado mi papá estuvo mucho tiempo en casa. Eso, aunque es inusual, es algo bastante bueno porque él es el único -aparte de mí- que padece melomanía en esta casa. Los géneros que escuchamos son diametralmente opuestos, pero mi muy aclamada afición al Metal y Rock (en sus muy diversos subgéneros) no impide que aprecie la belleza musical y lírica que ofrecen la trova, la balada, el jazz, el blues. Tampoco me parece imposible percibir los mensajes y el ritmo del reggae, el ska y -aunque parece impensable y sucede sólo esporádicamente- el pop. El punto es que, cuando Goebbels está en casa, suelo colgar los audífonos, cerrar la laptop, bañarme y ponerme una pijama limpia, servirme una taza del legendario café de la abuela y sentarme en el sofá de la sala a disfrutar de un buffet muy diferente a la carta que AMO.

Tengo la mala costumbre de escuchar y disfrutar todas las piezas para después escribir una lista de las canciones que más me gustaron de ésa sesión. Sin embargo, este domingo hubo una canción que se me quedó grabada en la cabeza y no he podido sacarla de ahí. ¡De haber sabido...! Está atorada en mi materia gris por un verso que es justo una parte de mi pensar en torno al amor. No digo que el resto de la letra no me haya llegado al alma, pero Facundo Cabrales pensó antes lo que yo pienso y eso sólo me hace sentir como una de esas grandes mentes que piensan igual. Les dejo el video:





En verdad es una joya. Pero a lo que me truje, chencha. "El amor nunca se muere, sólo cambia de lugar"

¿Cuántas veces he tratado de explicar esto? (Francamente, ya hasta perdí la cuenta). Creo que en realidad lo que se muere son las ganas de. O sea, el impulso de querer -desear- estar con alguien, compartir la vida, los sueños y planes que haces y tienes con esa otra persona: éso es lo que se esfuma. Pero tarde que temprano, cuando has tenido tiempo suficiente -probablemente varios años- para perdonar y/o aceptar y dejar ir las razones que hicieron que eso se esfumara, te das cuenta que sigues amando a esa persona. No de la misma manera, no con la misma intensidad -porque de cierta forma son las ganas y el deseo lo que nos vuelve intenses e irracionales cuando estamos enamorades-, pero le amas. El amor cambió de lugar, porque ya no está al lado de esa persona: quizá es tu única compañía en tu camino solitario; tal vez te acompaña a ti y a otro ser humano en un viaje compartido; a lo mejor te acompaña a ti y a otre ser viviente de una especie diferente al homo sapiens sapiens.

Quizá el amor con su "ser emoción" es una energía, y como tal, no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Además, no sólo no se destruye y se transforma a sí mismo, sino que transforma a quienes lo viven. Una persona es diferente (ojo que no estoy haciendo ningún juicio de valor aquí, porque eso corresponde a cada quien hacerlo en su fuero más íntimo e individual) cada vez que ama a alguien más, aún si ama más de una vez a le misme individue (sí, los retrocesos -las piedras con las que tropezamos dos, tres o hasta más veces- sí existen). Ni une es le misme, ni el mensaje, ni quien tenemos enfrente es igual. Todo cambia. La parte amante cambia. También cambia la parte amada. Cambia el contexto en el que se ama. Cambia la situación que encendió al amor. Quizá por eso puedes tropezar una, dos, tres o más veces con una persona que en realidad no es la misma persona...

Tan todo cambia, que incluso pueden revivir las ganas de. Nunca se sabe, ¿quién quita y esta vez (ya perdí la cuenta de en cuál voy) mis ganas estén correspondidas con sus ganas y entonces ¡BAM!...?