Monday, April 11, 2016

Estado civil: [...]


Asustada hasta la médula de mí misma. Sin idea de todo y nada por el momento... y por el futuro cercano. Dando palos de ciego porque no me he encontrado y me aterra definirme. La capacidad de reinventarse es una virtud y un defecto, una bendición y una condena eterna a un infierno mental. Aburrida al punto del hastío y la desesperanza porque no logro hallar esa pasión por algo. No encuentro esa "causa" por la que estar dispuesta a hacerlo todo, a darlo todo, hasta la vida misma. Solitaria y paranoide. Siempre sobre la muralla que más bien parece una cuerda floja que de un lado tiene el rechazo y el aislamiento y del otro la dependencia y las ataduras. Queriendo y haciéndome chaquetas mentales para balancearme entre ambos abismos, entre ambos deseos contradictorios, en una represión nazi y medidas draconianas en contra de los intentos de sublevación. Sabiendome e ignorándome como persona apreciada, querida, amada. Siendo injusta y culpable para con otrxs, tratando de compensar con generosidad, tolerancia, paciencia y bondad el hecho de que no me siento conectada con ellxs. Aplicando un juicio de valor objetivo contra mi misma, en el que no hay piedad ni excusas para mis errores, pero tampoco autoreconocimiento por mis aciertos -son mi obligación, ¿no? Y entonces soy una hipócrita que cree que escapa de la norma, cuando en realidad soy más corriente que común; que domina la naturaleza de su propia humanidad, siendo que soy humana, demasiado humana y sin esperanza de dejar de ser un Mensch para llegar a convertirse en el Übermensch que siempre pensó que era. Inmóvil. Estática. Desperdiciando entre chaquetas y metachaquetas lo que la gente cree que son los mejores años de mi vida, siendo que en realidad, la vida se reduce a algunos momentos memorables; a flashazos de luz en una oscuridad envolvente; en las bocanadas de aire que tomas al salir de un ataque de pánico. Cansada de mi anormal normalidad. Quisiera hacer algo lo suficientemente bueno, malo o estúpido como para que alguien se tome la molestia de escribir en mi lápida -que no será más que un ladrillo abandonado a la mitad de la carretera- que mi única virtud fue armarme de valor para hacer algo bueno, malo o estúpido pero fuera de lo común. Quiero ser impredecible y salvaje e implacable. Quiero dejar de ternerme miedo, de ponerme límites, de ser autocomplaciente...

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