Thursday, September 23, 2010

Escribir con humor sin liviandad: un homenaje a Germán Dehesa

No cabe duda: los mexicanos sabemos reírnos de nuestras desgracias, de errores y tropiezos –tanto individuales como de los cometidos por esos a los que llamamos ‘gobernantes’-. Reímos incluso de las cosas que nos desesperan, indignan, intrigan y enojan profundamente. Nos tomamos los aconteceres ‘con filosofía’, como dice el argot popular, pues si no se hiciera así, la crisis anímica que padecemos como sociedad sería crónica. Somos en resumidas cuentas, un pueblo hecho de dicotomías, tal y como se describe a sí mismo el periodista, crítico y escritor del populum, Germán Dehesa.

Don Germán se nos fue antes de tiempo. Tenía sólo 66 años, una edad en la que el amor por la vida es algo tan poco común, que deslumbra a quienes lo miran desde fuera. La última vez que publicó en su columna “Gaceta del Ángel” –la cual aparecía en el diario Reforma- nos decía a sus “cada vez más queridos lectores” que estaba enfermo y la sentencia hipocrática se cumpliría a finales de este año, pero que tenía esperanza de poder caer en el defecto nacional: pretendía sobornar a los oncólogos, a las instituciones gubernamentales y a la burocracia en general para conseguir un poco más de tiempo. En pocas palabras, Germán Dehesa no tenía ganas de morirse.

Pocas veces recorrí con la mirada ese espacio entre lúdico y académico, jocoso y serio: era un lujo que me daba cuando la vida escolar y familiar me dejaban tiempo disponible, y siempre era un dulce a la conciencia y al sentido del humor. Era el medio perfecto para poner sobre la mesa los hechos del acontecer político y social, para cambiar de perspectiva y volvernos un poco más críticos. Pero a diferencia de otros columnistas, este hombre dual decía las cosas con ‘conocimiento de causa’, que dejaba muchas dudas sobre su afiliación partidista y que aminoraba con humor negro el golpe del aterrizaje.

Leí cuando era aun más niña un libro suyo: “Los PRIsidentes”. Creo que fue uno de los factores que sedujeron mi atención e interés hacia el ámbito de la política nacional. Claro en sus críticas y evasivo en cuanto su postura personal, Don Germán le brindaba al público elementos para pensar… por cuenta propia. Su irreverencia es uno de los atractivos: se burlaba abiertamente del circo que es nuestra política, de sus normas e instituciones convenencieras y esquivas, de sus actores que saben muy bien cómo entretenernos y al mismo tiempo hacía mofa de sus colegas y del estilo clásico, elevado e intelectual de las columnas que a veces son tediosas y aburridas.

El señor Dehesa era un conversador, un platicador hecho y derecho. Y cómo no iba a serlo si su hermano le enseño desde muy joven a conocer a su audiencia, a mirar a quien lo leía y lo escuchaba, a ser dinámico, a hablar ‘como todos los mortales’ y a no enfrascarse en un tema único. Esta cualidad versátil y accesible hace que se quede con nosotros este hombre, esta pluma, a quien sin duda alguna, extraña(re)mos igual que a “Monsi”.

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