Por alguna extraña razón -si se puede llamar extraño al aburrimiento en clases- me he puesto a leer el cómic clásico de mediados-finales de los 80's "Calvin and Hobbes" de Bill Watterson. No es por algo en especial, pero esta tira cómica se ha convertido en una de mis favoritas, empatando en primer lugar con "Mafalda" de Quino.
La verdadera historia de mi atracción a estas obras del arte pop no es la más predecible, considerando mi usual recelo a las cosas que son ampliamente aceptadas por las masas. Comenzó con mi acercamiento a la pequeña niña argentina que se quejaba del mundo en que le había tocado vivir; creo que me vi a mi misma en esa caricatura, porque ciertamente... mi gusto por Mafalda se convirtió rápidamente en una obsesión saludable.
Por otro lado, conocí las aventuras del pequeño demonio Calvin y su inseparable amigo Hobbes cuando entré a la Universidad, gracias a uno de los mejores profesores que he tenido en la vida. No recuerdo exactamente qué episodio tenía pegado con chinches a la pared de su oficina, pero creo que era uno en el que el engendro de seis años habla del capitalismo. Han pasado, si mis cálculos no me fallan, casi dos años desde ése primer encuentro, y justamente ahora que mi clase de Economía Política Internacional es una tortura, he re-descubierto las maravillas de estos personajes.
Es un poco irónico, creo yo, que la filosofía esté al alcance de un gran número de personas que no están ni remotamente conscientes del contenido real de lo que las divierte todas las mañanas en los diarios. Calvin y Hobbes tienen nombres de personajes históricos... la mínoría sabe a quienes hacen referencia estos personajes tan divertidos. Menos personas aun entienden por qué algunas tiras dicen lo que dicen... Pero eso no es tan relevante cuando se trata de una historieta. Claro que saberlo la hace mucho más entretenida.
Además del atractivo que tiene para mí por las referencias histórico-filosóficas, debo admitir que Calvin me recuerda mucho a mi misma. No diré si de hace algunos ayeres o de tiempos más contemporáneos, porque eso sería ponerme en evidencia y pues no. Sí, aunque no lo crean, queridos lectores, tengo una parte de puella terrificus que dudo que quieran conocer, pero al mismo tiempo y sólo si quiero, puedo ser un ente completamente angelical. También tuve un Hobbes, una Susie Derkins, un Moe... y profesoras como Miss Wormwood.
Creo que no es difícil que éste comic atrape a cualquier persona, porque nos muestra aquello que nunca nadie debería perder: la inocencia y la ingenuidad de un niño, sus ganas de comerse el mundo con su curiosidad que lo mete en aprietos y esa parte tan tierna y vulnerable que habría que proteger toda la vida.
La verdadera historia de mi atracción a estas obras del arte pop no es la más predecible, considerando mi usual recelo a las cosas que son ampliamente aceptadas por las masas. Comenzó con mi acercamiento a la pequeña niña argentina que se quejaba del mundo en que le había tocado vivir; creo que me vi a mi misma en esa caricatura, porque ciertamente... mi gusto por Mafalda se convirtió rápidamente en una obsesión saludable.
Por otro lado, conocí las aventuras del pequeño demonio Calvin y su inseparable amigo Hobbes cuando entré a la Universidad, gracias a uno de los mejores profesores que he tenido en la vida. No recuerdo exactamente qué episodio tenía pegado con chinches a la pared de su oficina, pero creo que era uno en el que el engendro de seis años habla del capitalismo. Han pasado, si mis cálculos no me fallan, casi dos años desde ése primer encuentro, y justamente ahora que mi clase de Economía Política Internacional es una tortura, he re-descubierto las maravillas de estos personajes.
Es un poco irónico, creo yo, que la filosofía esté al alcance de un gran número de personas que no están ni remotamente conscientes del contenido real de lo que las divierte todas las mañanas en los diarios. Calvin y Hobbes tienen nombres de personajes históricos... la mínoría sabe a quienes hacen referencia estos personajes tan divertidos. Menos personas aun entienden por qué algunas tiras dicen lo que dicen... Pero eso no es tan relevante cuando se trata de una historieta. Claro que saberlo la hace mucho más entretenida.
Además del atractivo que tiene para mí por las referencias histórico-filosóficas, debo admitir que Calvin me recuerda mucho a mi misma. No diré si de hace algunos ayeres o de tiempos más contemporáneos, porque eso sería ponerme en evidencia y pues no. Sí, aunque no lo crean, queridos lectores, tengo una parte de puella terrificus que dudo que quieran conocer, pero al mismo tiempo y sólo si quiero, puedo ser un ente completamente angelical. También tuve un Hobbes, una Susie Derkins, un Moe... y profesoras como Miss Wormwood.
Creo que no es difícil que éste comic atrape a cualquier persona, porque nos muestra aquello que nunca nadie debería perder: la inocencia y la ingenuidad de un niño, sus ganas de comerse el mundo con su curiosidad que lo mete en aprietos y esa parte tan tierna y vulnerable que habría que proteger toda la vida.
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