Saturday, January 26, 2008

“¡Piedad!” Grita mi alma que en silencio se desgarra. Dádle al menos una oportunidad de deciros lo que cruza por su turbada existencia.

“¡NO, por favor!” susurra al punto en que vuestra mirada la acribilla con indiferencia. Tal vez debí advertirle que pensé que aquello no duraría, pero la verdad es que jamás imaginé que todo pasaría así, tan de lejos, con tal frialdad, con una apatía que mata. Creyó en algo que se tornó tan volátil, tan efímero, pero que al principio le llenaba de alegría, de una vitalidad que hacía largos siglos no sentía…

“¿Es que acaso fui tan mala contigo?” es una pregunta que ella misma se hace cada vez que pasáis cerca y no la miras, y que ahora con remordimiento os hace. Lo intenté todo por convencerla de lo contrario, porque en el fondo sigue siendo una niña pequeña e indefensa, que cree que si lo niega y lo esconde entonces no existe. No me hizo caso y por ello paga las consecuencias. Sin embargo aún mantiene la fe en que las cosas puedan ser como antes.

“Yo te quise… te quiero aún, pero tú… ¿qué sucede? ¿Es qué no lo ves? ¿No te das cuenta que te extraño demasiado, que quisiera que me perdonaras por todas mis fallas, por estorbaros de vez en cuando?” y llora. Con un sentimiento de desolación que la invade cada vez que quiere acercarse, pero vuestra mirada y nuevo acompañante se lo impiden terminantemente.

“Comprendo que salgo sobrando, ahora que tienes a alguien que rodea tu cintura con sus brazos, que seca cada lágrima tuya con sus besos, que borra cada instante de soledad de tu vida con sólo tomar tu mano. Pero mi existencia no ocuparía tanto espacio ni tiempo como crees… soy de bolsillo para tu conveniencia…” Ésa es su filosofía cada vez que la empujáis a un lado y vuestra aura le grita ‘No tengo tiempo. En este momento no te puedo atender, deja tu mensaje o haz una cita con mi agenda’.

“Me dijiste que era tu mejor amiga. ¿Por qué ahora no quieres ni hablarme? ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Es qué ya no me quieres?” solloza con su delicada voz. La abrazo y le susurro palabras de consuelo, tratando de hacer que su dolor sea menos intenso, aunque sé de sobra que no lo conseguiré jamás, que mi presencia no es lo que necesita.

“Si quieres que te dé tu espacio, no tenías porque hacérmelo saber de tan cruel manera. Pudiste habérmelo dicho, hubiera entendido mejor de lo que piensas. Hubiese podido manejarlo mejor, pero ¿ves?, aún sigo aquí tratando de explicarme algo que no sé…”. Lanza un suspiro lleno de una melancolía que se contagia y hace que se rompa el corazón. Se acurruca en su santuario, el que ella misma creó para que al menos en sus sueños, las cosas sean como ella quisiera…

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