Thursday, April 03, 2008

Y hoy aunque me pese digo no más, pues estoy más muerta que lo que jamás la muerte podrá hacerme. Fuiste un cruel verdugo, un cobarde que solamente sabía hacer ilusiones para después lanzar mi corazón al vacío, sin alas, ni cuerdas, ni siquiera fe.

Me quitaste lo que quisiste, cual dulce ladrón de sueños que sabe que puede llevarse lo que quiera porque la propietaria no sabe lo que hace.

Me torturaste con tu indiferencia, pero el tiro de gracia fueron aquellas palabras tuyas. Ésas que salieron de tu dulce boca diciendo que no habría un mañana. ¿O será que fui yo la que las dijo? Sí, creo que así fue. Y las dije para terminar de una vez con ese acto perfecto de engaño, que no es más que decirme que sí para después empujar mi navío lejos del muelle, sin remos ni velas... sólo dejarme a la deriva, a la clemencia de mi suerte y de Minerva que me ayudó a conservar mi poca razón maltrecha.

Lloro contra mi almohada y grito: "Maldito. Maldito pero celestial embustero. ¿Por qué tuviste que jugar así con esta mortal vulnerable que sólo tuvo ojos para ti?... ¿Es que a caso sólo fui un tonto pasatiempo o una afición sin sentido? Es totalmente inverosímil que me haya dejado ser tan mágicamente engañada. Sin embargo... gracias por dejarme salir... por dejar que mis vergonzosas lágrimas se mezclen con la salada agua de la soledad, para que así un día lleguen a secarse mis ojos y mi corazón... para naufragar en una isla que ha de llevar tu nombre... para recordar el motivo de mi estado... para que si algún día encuentran esta tumba que me ata a seguir en el presente, sepan que si morí fue por un amargo final a una fantasía de ensueño..."

Me doléis todavía. Sigues siendo una herida abierta, que tal vez nunca llegue a cicatrizar. Y me sigo preguntando ¿Por qué?...

Rogaría de nuevo, pero consumiste mis fuerzas mucho antes de empezar. Fuiste un vampiro que drenó mi alma de todo lo puro, lo dulce, lo bueno que había en ella y en cambio inyectó con sus promesas el arsénico de la amargura, de la desolación y la desesperanza.

Tal vez sea hoy cuando... por Dios!, ya no sé ni porque escribo esta despedida... no sé qué atormenta a mi amordazado corazón... sólo sé que debo alejarme de ti, que debo dejarme llevar por la corriente... dejar de sentir, ser un corcho seco y viejo, que sólo guarda un amago del aroma de un vino del que fue tapa y protección...

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