Tuesday, June 02, 2009

... Que a la hora que llegues y no aparezca yo para curarte no llores, sino que sólo susurres todo aquello que canté en tus sueños; que me hables desde el silencio de una habitación vacía; que las ondas sonoras de tus suspiros más callados provoquen corrientes frías sobre mi cuello rígido; que la suavidad de tus labios arrope el helado palpitar de mi corazón ingenuo en un torbellino de pensamientos astutamente crueles; que la calidez de tu dulce piel nutra ilusiones vanas y sinsentidos importantes para una existencia volátil; que la más débil de tus exhalaciones sea suficiente para que me empujes, para que caiga al oscuro abismo de la desolación; que seas mi extraño bien conocido y yo prometo ser tu conocida más escurridiza...

Jamás dudes de mi presencia sin estar, y no te tomes como segura mi lejanía disimulada.

Estaré ahí. Presente entre las sombras de tu cuerpo y la opaca luz de tus ojos iluminará mi espalda desnuda, violenta y agresiva como la mirada que diriges hacia mí a través de la habitación llena de gente borrosa, totalmente incorpórea, simplemente irreal. Me esconderé entre las nítidas imágenes de tu letargo inducido por el veneno de los recuerdos de una rosa marchita y seré yo quien descienda a la fosa del rencor. Nadaré en tus lágrimas corrosivas por el dolor que te causa un juego inhumano cuyo objetivo fue ser solo pasatiempo inconstante y las beberé en tu honor, ahogándome en ellas sabiendo que soy presa del mismo destino. Caminaré el resto de la eternidad por los parajes de una historia que se repite una y otra y otra y otra vez; de ése cuento sin fin, de ésa foto vieja en un marco roto, de la canción de la cuál es imposible aprenderse la letra, de los siempre presentes últimos alientos, del cerrar para siempre los párpados delante de más bello amanecer…

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