Sunday, August 30, 2009




Fue una tarde de otoño, luminosa y fría; cuando tu suave voz y apacibles frases llegaron a mis oídos. Me sedujo tu tranquilidad, la profundidad de tu mirada, la extrañeza de tu pensamiento. Acentuaste mi curiosidad de ti cuando me hablaste de mí desde un primer encuentro. Te volviste mi misterio personal, el acertijo que plagaría mis noches y tus días.

Lo inimaginable sucedió entonces, en un clima gélido, estéril, germinó un sentimiento diferente de una amargura que había crecido como la hiedra en un jardín abandonado.

Fue un milagro el que hiciste en mí, una maravilla lejos de lo natural, más allá de lo etéreo, menos visible que el aliento que quise soplar sobre tu piel. Me entregué a ti sin que lo supieras, fui tuya sin reservas desde entonces. Sin señal alguna fuiste apoderándote de un pensamiento obsesivo, violento, de intensidad interminable. Así es nuestro sexo: intenso, indomable, es nuestra energía violentada.

Pecaminosos, mis sueños te han buscado en cada hora de sosiego y oscuridad que me ha acorralado indefensa, sorprendida, desprevenida a la eterna tentación que son para mi tus labios que recitan una poesía tan volátil como el viento, que quisiera acariciar lánguidamente con los míos; los mismos que son un tormento con una sonrisa pícara, que son inspiración y arma letal.

El cálido tacto de tu piel contra la mía, el tempo de nuestros corazones marcando la cadencia de nuestros movimientos, la sincronía de la obra y del poeta en su máximo esplendor; la oración dedicada al otro en un intento de perpetuidad. Actué en ese instante la obra que me arrastró a un mar cuyas olas me cubrían de pasión y vacíen sobre nosotros su humedad salina; un mar cuyos estruendos son los nuestros, que retumban buscando el refugio de la negrura de la noche en la que somos: eres y soy.

Y es en ésa humedad en la que nos encontramos desnudos, dibujando estelas, trazos que son las letras de aquel deseo, son las notas de ese orgasmo, los hilos de un tapiz con forma de tu silueta angulosa, el rumbo dirigido de nuestras manos explorándonos. El éxtasis lentamente da lugar a la paz que sólo encuentro entre tus brazos, cuando el silencio es nuestro mensajero, cuando la poesía quedo tatuada en nuestra piel, unida todavía por los signos del imposible.

Hay noches que sólo hay imágenes de ti, hay días que traen tu aroma, hay horas que me hacen buscar tu aliento, hay silencios que quiero nadar contigo, hay en ti mares en los que debo ahogarme sin pensar en nada mas que en ti...

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