Friday, August 06, 2010

Al fin... el fin de las vacaciones (contd.)

Ya que mamá estaba otra vez al mando de todo, yo me dediqué a planear mi equipaje para mis vacaciones, a dormir, al gimnasio, al servicio social y a leer. En dicho aspecto, estas ocho semanas -en especial las últimas dos- han sido satisfactoriamente productivas.

Del Señor Julio Cortázar leí Papeles Inesperados, una serie de escritos inéditos que fueron hallados algunos años después de su muerte. Tiene versiones diferentes de algunos de sus relatos publicados, cuentos desconocidos, historias, episodios de Lucas... en fin. Es un libro muy recomendable si se cumplen con algunas características: a) el lector gusta del particular estilo de Cortázar; b) si no tiene preferencia alguna por libros consecutivos o un orden específico; c) si no importa que los temas (y los textos) parezcan o estén inconexos. La narrativa es nada menos que excelente, los argumentos complejos y trabajados de una forma más compleja aún. En lo particular, las historias de cronopios me fascinaron. También disfruté de Don Julio Bestiario, una colección de cuentos cortos que traen y convocan cronopios interesantes.

Khalil Ghibran me presentó, por otra parte, un relato más sencillo en cuanto a la forma. El contenido en cambio... profundo aunque fácil de entender. En su libro The Prophet, el poeta nos transmite mensajes de amor que abordan diversos aspectos de la vida. Nos dice en resumidas cuentas que somos productos del amor, y que como tales, debemos contribuir a él. Es un libro hermoso e inspirador que invita a hacer un estudio detallado de la forma en que el lector lleva su vida y a cambiar las actitudes de odio y miedo.

Bertrand Russell habla más o menos de una temática similar en La Conquista de la Felicidad. El autor hace un análisis detallado de las causas individuales de la infelicidad y la miseria, aquellas situaciones que hacen a las personas incapaces de disfrutar y llevar una vida plena. Además, propone algunas soluciones a estas condiciones personales. Es como si diera al lector un espejo en el que están marcadas las manchas en la piel de su rostro y al mismo tiempo le regalara la crema que las desvanecería paulatinamente. Vale la pena si uno busca una felicidad no hedonista.

Del clásico Francisco de Quevedo y Villegas escogí aleatoriamente El Sueño del Infierno, que es en extremo parecido a La Divina Comedia de Dante. En esta ocasión sin embargo, el relato sólo abarca el recorrido por el infierno y hace una descripción detallada de los pecadores que ahí residen para la eternidad. Es un libro por demás interesante, sobre todo si se analiza desde la perspectiva religiosa, ya que muestra al lector un amplio pánorama sobre la religiosidad pública de la época del Siglo de Oro de la literatura española.

De Carl Jung leí varios ensayos, pero el que sustenta el título de favorito es Sobre el Amor y el Matrimonio, que es un libro bastante corto con citas de otros ensayos del psicólogo, aforismos y extractos de cartas personales. Es un libro que presenta el arquetipo de las relaciones amorosas -no sólamente del amor erótico- y de lo que suele ser aquello que mantiene a dichas relaciones en un fluir sano y constante.

Por otro lado, una de las mejores antologías de Oscar Wilde es Complete Short Fiction. Ni qué decir de los cuentos cortos del autor irlandés. Francamente es uno de mis favoritos en el rubro de la literatura fantástica, pues tiene una narrativa sutil y de transición suave entre párrafos. El libro ofrece relatos como "The Nightingale and the Rose", "The Selfish Giant", "The Canterville Ghost" entre otros. Considero que constituye una buena fuente de inspiración creativa, aparte de señalar fallas morales comunes en la época victoriana que siguen vigentes hoy.

Carlos González Muñiz por otro lado enfrenta al lector con sentimientos de persecusión, angustia, confinamiento y represión en La Jaula de Mallik. Este libro contiene dos historias divididas en dos partes cada una. La primera que se presenta trata acerca de la soledad "acompañada" de unos generales, unos soldados y varios prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo "encuentro" -fortuito o no- los lleva a representar una obra de un dramaturgo nipón. La segunda historia habla acerca de un genio que se siente prisionero de su genialidad y opta por vivir sólo con instintos básicos. Después de una vida de criminalidad, Mallik -director del sistema penitenciario- diseña una jaula con el fin de torturarlo psicológicamente para lograr una readaptación a la vida social. La segunda parte del primer relato es el "background" de la obra de teatro; la del segundo cuento es lo que sucede después con lo que hay en la jaula y con el genio prisionero. Un libro interesante como propuesta de manejo de emociones del lector.

Además terminé de leer -después de mucho tiempo de estar en pausa- El Anticristo. Maldición sobre el Cristianismo de Friedrich Nietzsche. Aforismos, explicaciones, crítica y análisis nihilista -y casi ateísta- de la religiosidad Cristiana. Inspirador si uno es religioso pero duda de la forma en que se vive la Religión y de cómo maneja (y manipula) la Iglesia Católica -y probablemente también la Protestante- la fe y la moralidad de los creyentes, obtenindo así gran poder sobre el ser humano. Pone a pensar, aunque es difícil llegar a una conciliación entre el autor y la religiosidad privada, en caso de tener una educación religiosa ortodoxa y poco abierta al cuestionamiento y a la discusión.

Y sí, reconozco que no pude resistirme a releer a tres de mis favoritos. Habría leído algo nuevo, pero... digamos que mi estado de ánimo ameritaba que volviera a enamorarme del primero, imaginar con el segundo y recordar la versión original del monstruo con el tercero.

Antoine de Saint-Exupéry describió perfectamente a mi hombre ideal en El Principito. Inocente e ingenuo ser que dejamos de escuchar cuando las "responsabilidades" de gente grande se adueñan de cada ser humano, el extraño visitante de un asteroide lejano recuerda al protagonista que "Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos". Alguien que aprecia las cosas simples y que sabe que son las más hermosas, sólo puede ser descrito con una palabra: niño.

JK Rowling escribió hace no mucho tiempo una saga que volvió loca a una generación completa. Los siete libros de Harry Potter recorrieron el mundo y lograron lo que muchos periódicos y algunos especialistas pensaban imposible: que los jóvenes leyeran. Es una historia fantástica con argumentos que puntualizan algunos de los valores occidentales más importantes, tales como la amistad, la lealtad, la lucha por lo que es mejor y el sacrificio que esta lucha implica, además de la búsqueda constante de los méritos propios. En fin, es una saga muy comercial que marcó parte de mi adolescencia, pero que como discurso y medio de difusión de valores es muy efectiva.

Regresar a la novela magistral de Bram Stoker supuso una desintoxicación de la mercadotecnia y lo ridículo que me parecen las versiones contemporáneas del mito del vampiro. Drácula sigue siendo -y conservará ese puesto por mucho tiempo- el mejor libro, serie o película del demonio chupasangre... al menos ése es el lugar que tiene en mi lista de temas y títulos predilectos. En parte por mi afición al terror, al suspenso, a lo sobrenatural y a las supersticiones... y también por mi insana adicción a la mitología. De cualquier modo, me sirvió para comprobar que por más que maquillen y cambien la apariencia del vampiro, yo me quedé en el arquetipo... y en el estereotipo clásico de la criatura.

Como ven, el ocio sí estuvo presente por mi casa, aunque un poco más extraño de lo habitual. Todo gracias a la muerte de mi laptop y la restricción de horario para el uso de la computadora pública de mi hogar.

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