Saturday, October 16, 2010

De tal palo... no tal astilla

Siddhartha hijo huyó en medio de una noche sin luna ni estrellas. Estaba convencido de que no habia nada para él en aquél lugar en el que ese hombre -a quien se parecia tanto fisicamente y al que debiera llamar padre- vivia tan miserablemente, pues ¿Quién podía sentirse placido y satisfecho sin los manjares que el conocía y había saboreado tantas veces antes? ¿Quién querría vestir una harapo si podía disfrutar de la ropa más fina, de los trajes más hermosos? ¿Quién podria ser feliz sin el movimiento ajetreado de las personas al tiempo que él estaba reposando en la litera? ¿Cómo podría él, el hermoso Siddhartha, vivir con tan poco si lo merecia todo?

Lo que el joven necesitaba era el escandalo y la energia que bullían en la gran ciudad, por lo que corrió y deshizo el mismo camino que su madre muerta lo había obligado a viajar meses atrás. Llego a la ciudad al alba, y se dispuso a buscar su casa. Cuando la halló quiso entrar en ella, mas los seguidores del Sublime habian cerrado sus puertas. Los pocos que regresaron de la peregrinación decidieron que no recibirían discípulo alguno sino hasta un año después de la muerte de Gotama.

-Abridme. Soy el hijo de Kamala. Mi madre ha muerto en peregrinación y he venido a habitar su casa, que ahora es mi casa.

Sus gritos murieron en el silencio. A pesar de estar despiertos, los discípulos de Gotama que conocían al muchachos se rehusaron a abrir. A diferencia de su madre -que practicaba cuidadosamente el ayuno y todos los preceptos dados por El Sublime- el chico era posesivo y voluntarioso, y no aceptaba 'no' como respuesta a sus caprichos. La avaricia y las pasiones dominaban su corazón y cegaban su juicio.

Uno de los seguidores más jóvenes que vivían en la antigua casa de Kamala se acercó a la puerta, después de mucho tiempo de escuchar al joven gritando.

-Decidme joven ¿qué deseas?- el monje le preguntó serenamente. -A caso no sabes que estamos meditando?
-Quiero que me abran, me dejen entrar y ustedes salgan. Mi madre ha muerto y yo he venido a tomar posesión de mis cosas, de lo que me pertenece.

El monje observó el rostro de Siddhartha hijo, que respiraba con agitación. Buscó sus ojos y vio que el chico decía la verdad y hablaba en serio.

-Oh, hijo de Kamala, ¿es que no sabes que tu madre regaló todo esto?- dijo el joven
-¡Eso es mentira!¡Mi madre nunca habría hecho semejante cosa!- el resentimiento de Siddhartha aumentaba y se veía en su cara.
-Pero si es la verdad. Yo apenas comenzaba a seguir a Gotama el Sublime, cuando ella buscó a los otros seguidores y les dejó todo a ellos.
-Regresenme mis cosas. Mi madre ha muerto y no quiero ser un mendigo. Quiero todo lo que era de mi madre y ahora es mío.

En ese momento, uno de los monjes más viejos salió a la puerta.

-Estas ya no son tus cosas, niño. Estas cosas pertenecen ahora a la enseñanza y práctica de la doctrina de Buda.
-Pero las necesito. Necesito dónde vivir y qué comer. No tengo a nadie que me dé lo que necesito.
-Te equivocas en dos cosas, niño. Kamala cuando regaló sus cosas nos habló de ti y nos dijo de tu padre. Sabemos que ella quería que estuvieras con él-. La voz del monje era serena, pero había un tono de autoridad que hizo que Siddhartha se silenciara.
-No reconozco al hombre que es mi padre, porque es un barquero miserable y yo no puedo ser hijo de un miserable.
-Entonces deja tu orgullo y tus deseos y vuélvete hacia nosotros, como lo hizo tu madre antes que tú. Abraza la doctrina, calla tu ego. Nosotros te abrimos la puerta.
-No reconozco ni ley ni maestro- dijo el joven temerariamente.
-Entonces regresa sobre tus pasos y busca tu camino. Haz aquello que tengas y consideres en tu vida. Adiós Siddhartha.

El monje cerró la puerta y Siddhartha hijo se quedó iracundo. Pero había nacido con estrella, igual que su padre. Vagó un par de días por la ciudad. Al segundo día, mientras se bañaba en el río, el criado de un joven comerciante le habló.

-Mi amo quiere que te acerques.

Siddhartha se acercó al comerciante.

-Te he visto vagando, pidiendo comida. ¿Es que acaso no tienes hogar?

Siddhartha contó su historia y el comerciante se apiadó de él. Lo tomó como aprendiz y lo llevó a su casa.

Pasaron los años y Siddhartha acumulaba riqueza y tesoros para el comerciante. Pronto se hizo comerciante también y su riqueza fue enorme. Sin saberlo, el hijo vivió la vida de su padre. La única diferencia fue que sansara se apoderó de él, pues su espíritu no era puro y no le dejó ver lo importante.

Tuesday, September 28, 2010

Las Máscaras Indivisibles, Intercambiables.... y ahora también Inseparables

La primera letra del manifiesto quedó un poco temblorosa. Esa pausa inevitable en la que el material de escritura fue acercado al espacio de trabajo hizo que la resolución de escribirlo flaqueara... al menos un poco. Por supuesto que tendría que escribirlo. Quería hacerlo si bien por las razones más equivocadas que pudiera dar, pero sentía que era su forma de contribuir al mundo -al menos en el inmediato- de una forma un poco menos pasional pero más personal.

"Nacida de una ligerísima renuencia causada por una menos ligera desconfianza, la incapacidad -innata o adquirida- de conectar con otros seres humanos se ha convertido en símbolo y característica innegable de las sociedades post-modernas, como síntoma evidente de la dialéctica que no da opción de escapatoria: el miedo terrible y el deseo incontenible de 'el otro', de aquellos que es ajeno a la propia persona; y también de otra relación similar: llevar una vida racional es prácticamente imposible en un medio social completamente ilógico, aunque lleno de sentidos múltiples y variados, cortesía de los mismos 'otros', los que causan a cada persona una fascinación indescriptible."

"Dadas las condiciones anteriores, se encuentra el problema real: la inconexión entre individuos pertenecientes a un mismo medio es más usual de lo que se cree. En ése aspecto, gran parte de la humanidad debe saber que tiene algo en común con el prójimo, pero no es así. Cada quién ve al de enfrente, el de atrás, los de al lado como seres que tienen nada de qué preocuparse. Seres que saben cómo reaccionar, qué decir, qué pensar y cuánto y cómo demostrarlo. La pregunta esencial aquí es ¿cómo saber bajo qué reglas se juega con cada individuo con el que un sujeto dado se involucra? Y es que pasando de la cuestión y la perspectiva mercantilista, las relaciones humanas se dan básicamente por negociación. Tal vez no de qué quieres, qué quiero, cuánto vas a ceder tú, cuánto yo y qué estrategias vamos a usar para obligar al otro a ceder, sino estando en el entendido de que todos los seres humanos necesitan algo diferente y están dispuestos a ser alguien diferente con personas diferentes."

"Es factible decir que las personas tienen máscaras para cada individuo con quien cruzan palabra, pero eso no puede ser del todo malo... ¿o sí? Aparentemente es más bien una forma de defender lo que hace únicas a las personas contra todos los puntos en común. Saber que comparten muchas más cosas de lo que creen con los demás -aunque cueste admitirlo- puede lograr que se pierda esa conciencia de lo diferente, de lo privado, de lo que es exclusivamente 'mío'".

"Las máscaras en este aspecto, son como las cortinas de los templos, que cubren los lugares más sagrados a los que sólo el sacerdote puede entrar. Cada persona es su templo y su sacerdote, pues en su vida tiene el derecho y la necesidad de guardar una fuente de poder desconocida a los demás. Una máscara no implica necesariamente una mentira, un engaño o motivo de desconfianza. Lo que sí implica -de forma inevitable- es un forma de preservar la intimidad, de tener el poder de decidir a quién mostrar una parte del 'Yo' y a quién no. Está en la naturaleza humana negarse a hacer algo, aceptar hacer algo y arrepentirse de y por algo".

Thursday, September 23, 2010

Escribir con humor sin liviandad: un homenaje a Germán Dehesa

No cabe duda: los mexicanos sabemos reírnos de nuestras desgracias, de errores y tropiezos –tanto individuales como de los cometidos por esos a los que llamamos ‘gobernantes’-. Reímos incluso de las cosas que nos desesperan, indignan, intrigan y enojan profundamente. Nos tomamos los aconteceres ‘con filosofía’, como dice el argot popular, pues si no se hiciera así, la crisis anímica que padecemos como sociedad sería crónica. Somos en resumidas cuentas, un pueblo hecho de dicotomías, tal y como se describe a sí mismo el periodista, crítico y escritor del populum, Germán Dehesa.

Don Germán se nos fue antes de tiempo. Tenía sólo 66 años, una edad en la que el amor por la vida es algo tan poco común, que deslumbra a quienes lo miran desde fuera. La última vez que publicó en su columna “Gaceta del Ángel” –la cual aparecía en el diario Reforma- nos decía a sus “cada vez más queridos lectores” que estaba enfermo y la sentencia hipocrática se cumpliría a finales de este año, pero que tenía esperanza de poder caer en el defecto nacional: pretendía sobornar a los oncólogos, a las instituciones gubernamentales y a la burocracia en general para conseguir un poco más de tiempo. En pocas palabras, Germán Dehesa no tenía ganas de morirse.

Pocas veces recorrí con la mirada ese espacio entre lúdico y académico, jocoso y serio: era un lujo que me daba cuando la vida escolar y familiar me dejaban tiempo disponible, y siempre era un dulce a la conciencia y al sentido del humor. Era el medio perfecto para poner sobre la mesa los hechos del acontecer político y social, para cambiar de perspectiva y volvernos un poco más críticos. Pero a diferencia de otros columnistas, este hombre dual decía las cosas con ‘conocimiento de causa’, que dejaba muchas dudas sobre su afiliación partidista y que aminoraba con humor negro el golpe del aterrizaje.

Leí cuando era aun más niña un libro suyo: “Los PRIsidentes”. Creo que fue uno de los factores que sedujeron mi atención e interés hacia el ámbito de la política nacional. Claro en sus críticas y evasivo en cuanto su postura personal, Don Germán le brindaba al público elementos para pensar… por cuenta propia. Su irreverencia es uno de los atractivos: se burlaba abiertamente del circo que es nuestra política, de sus normas e instituciones convenencieras y esquivas, de sus actores que saben muy bien cómo entretenernos y al mismo tiempo hacía mofa de sus colegas y del estilo clásico, elevado e intelectual de las columnas que a veces son tediosas y aburridas.

El señor Dehesa era un conversador, un platicador hecho y derecho. Y cómo no iba a serlo si su hermano le enseño desde muy joven a conocer a su audiencia, a mirar a quien lo leía y lo escuchaba, a ser dinámico, a hablar ‘como todos los mortales’ y a no enfrascarse en un tema único. Esta cualidad versátil y accesible hace que se quede con nosotros este hombre, esta pluma, a quien sin duda alguna, extraña(re)mos igual que a “Monsi”.

Thursday, September 16, 2010

Regreso a la infancia... o casi

Por alguna extraña razón -si se puede llamar extraño al aburrimiento en clases- me he puesto a leer el cómic clásico de mediados-finales de los 80's "Calvin and Hobbes" de Bill Watterson. No es por algo en especial, pero esta tira cómica se ha convertido en una de mis favoritas, empatando en primer lugar con "Mafalda" de Quino.

La verdadera historia de mi atracción a estas obras del arte pop no es la más predecible, considerando mi usual recelo a las cosas que son ampliamente aceptadas por las masas. Comenzó con mi acercamiento a la pequeña niña argentina que se quejaba del mundo en que le había tocado vivir; creo que me vi a mi misma en esa caricatura, porque ciertamente... mi gusto por Mafalda se convirtió rápidamente en una obsesión saludable.

Por otro lado, conocí las aventuras del pequeño demonio Calvin y su inseparable amigo Hobbes cuando entré a la Universidad, gracias a uno de los mejores profesores que he tenido en la vida. No recuerdo exactamente qué episodio tenía pegado con chinches a la pared de su oficina, pero creo que era uno en el que el engendro de seis años habla del capitalismo. Han pasado, si mis cálculos no me fallan, casi dos años desde ése primer encuentro, y justamente ahora que mi clase de Economía Política Internacional es una tortura, he re-descubierto las maravillas de estos personajes.

Es un poco irónico, creo yo, que la filosofía esté al alcance de un gran número de personas que no están ni remotamente conscientes del contenido real de lo que las divierte todas las mañanas en los diarios. Calvin y Hobbes tienen nombres de personajes históricos... la mínoría sabe a quienes hacen referencia estos personajes tan divertidos. Menos personas aun entienden por qué algunas tiras dicen lo que dicen... Pero eso no es tan relevante cuando se trata de una historieta. Claro que saberlo la hace mucho más entretenida.

Además del atractivo que tiene para mí por las referencias histórico-filosóficas, debo admitir que Calvin me recuerda mucho a mi misma. No diré si de hace algunos ayeres o de tiempos más contemporáneos, porque eso sería ponerme en evidencia y pues no. Sí, aunque no lo crean, queridos lectores, tengo una parte de puella terrificus que dudo que quieran conocer, pero al mismo tiempo y sólo si quiero, puedo ser un ente completamente angelical. También tuve un Hobbes, una Susie Derkins, un Moe... y profesoras como Miss Wormwood.

Creo que no es difícil que éste comic atrape a cualquier persona, porque nos muestra aquello que nunca nadie debería perder: la inocencia y la ingenuidad de un niño, sus ganas de comerse el mundo con su curiosidad que lo mete en aprietos y esa parte tan tierna y vulnerable que habría que proteger toda la vida.

Sunday, August 22, 2010

José Saramago: Un realista con tintes idealistas...

La producción literaria actual (y por actual me refiero a los últimos 25 años) se ha visto en situaciones por demás, desalentadoras. Hay autores cuya producción es vasta y probablemente tengan varios ‘best-seller’, pero la calidad de su producción es poca y se vende por ser de lectura fácil. Hay otros que tienen pocos libros, que son poco vendidos y su calidad es notable en cuanto a contenido y lo que requiere del lector. Son realmente pocos los que cumplen con las dos condiciones: que tienen una amplia producción bien recibida y la calidad de la mayor parte de su obra es de alto nivel. El portugués José Saramago era uno de esa élite, aunque en México el acogimiento de su obra es menor que en la península Ibérica.

Fue productor prolífico. Incluso se dice que cuando murió –a causa de una leucemia crónica- tenía escritas ya 30 páginas de una novela nueva. La obra de Saramago es compleja, inasequible para muchas personas, pero excelente en toda la extensión de la palabra. Son textos que usualmente no se llegan a entender o interpretar sin prestarles atención especial. No son, por decirlo así, textos que uno pueda intercalar con la lectura escolar y las actividades cotidianas fácil y tranquilamente. Tampoco son lectura ligera: si uno pretende leer “Las Intermitencias de la Muerte” en una sola tarde, se llevará un gran desencanto y seguramente se frustrará muchísimo cuando vea que cae la noche y los avances que logra son menores de lo esperado. No es una característica única de esta novela, pues lo mismo sucede, por ejemplo, con “El Evangelio según Jesucristo”.

Además, José Saramago fue un escritor exigente. Exige de sus lectores apertura de mente y disposición para poner en duda todo, no nada más la postura propia acerca de situaciones radicales en el ámbito social y externas al individuo, ya que también toca temas tan internos y personales como la religiosidad, la Fe, la responsabilidad de tener cuando otros no tienen. Asimismo, requiere cierto nivel de bagaje cultural que enriquezca al texto: sin un trasfondo moral, social, histórico, e incluso filosófico, el lector queda en la oscuridad parcial, en una penumbra crepuscular de la comprensión del eje de sus escritos.

Su estilo es único: describe profundamente, narra detalladamente. Irónico cuando tiene que serlo y en la justa proporción, pero también tiene un lado muy tierno, sensible y profundamente humano; tanto que el lector se encuentra, después de dos o tres páginas, empapado de la situación y sumergido en la empatía que generan los personajes en cada uno de sus libros.

José Saramago sufrió censura. En Portugal varios de sus libros fueron vetados por razones de discurso político. Detractor del sistema, profundo crítico social y político y ser humano comprometido con el ser humano: todo esto se ve a flor de letra en él. ‘¿Qué se gana con ser políticamente correcto si no se ve la realidad sin maquillaje?’ es una pregunta obligada y obligatoria al momento de leer sus libros.

Friday, August 06, 2010

Al fin... el fin de las vacaciones (contd.)

Ya que mamá estaba otra vez al mando de todo, yo me dediqué a planear mi equipaje para mis vacaciones, a dormir, al gimnasio, al servicio social y a leer. En dicho aspecto, estas ocho semanas -en especial las últimas dos- han sido satisfactoriamente productivas.

Del Señor Julio Cortázar leí Papeles Inesperados, una serie de escritos inéditos que fueron hallados algunos años después de su muerte. Tiene versiones diferentes de algunos de sus relatos publicados, cuentos desconocidos, historias, episodios de Lucas... en fin. Es un libro muy recomendable si se cumplen con algunas características: a) el lector gusta del particular estilo de Cortázar; b) si no tiene preferencia alguna por libros consecutivos o un orden específico; c) si no importa que los temas (y los textos) parezcan o estén inconexos. La narrativa es nada menos que excelente, los argumentos complejos y trabajados de una forma más compleja aún. En lo particular, las historias de cronopios me fascinaron. También disfruté de Don Julio Bestiario, una colección de cuentos cortos que traen y convocan cronopios interesantes.

Khalil Ghibran me presentó, por otra parte, un relato más sencillo en cuanto a la forma. El contenido en cambio... profundo aunque fácil de entender. En su libro The Prophet, el poeta nos transmite mensajes de amor que abordan diversos aspectos de la vida. Nos dice en resumidas cuentas que somos productos del amor, y que como tales, debemos contribuir a él. Es un libro hermoso e inspirador que invita a hacer un estudio detallado de la forma en que el lector lleva su vida y a cambiar las actitudes de odio y miedo.

Bertrand Russell habla más o menos de una temática similar en La Conquista de la Felicidad. El autor hace un análisis detallado de las causas individuales de la infelicidad y la miseria, aquellas situaciones que hacen a las personas incapaces de disfrutar y llevar una vida plena. Además, propone algunas soluciones a estas condiciones personales. Es como si diera al lector un espejo en el que están marcadas las manchas en la piel de su rostro y al mismo tiempo le regalara la crema que las desvanecería paulatinamente. Vale la pena si uno busca una felicidad no hedonista.

Del clásico Francisco de Quevedo y Villegas escogí aleatoriamente El Sueño del Infierno, que es en extremo parecido a La Divina Comedia de Dante. En esta ocasión sin embargo, el relato sólo abarca el recorrido por el infierno y hace una descripción detallada de los pecadores que ahí residen para la eternidad. Es un libro por demás interesante, sobre todo si se analiza desde la perspectiva religiosa, ya que muestra al lector un amplio pánorama sobre la religiosidad pública de la época del Siglo de Oro de la literatura española.

De Carl Jung leí varios ensayos, pero el que sustenta el título de favorito es Sobre el Amor y el Matrimonio, que es un libro bastante corto con citas de otros ensayos del psicólogo, aforismos y extractos de cartas personales. Es un libro que presenta el arquetipo de las relaciones amorosas -no sólamente del amor erótico- y de lo que suele ser aquello que mantiene a dichas relaciones en un fluir sano y constante.

Por otro lado, una de las mejores antologías de Oscar Wilde es Complete Short Fiction. Ni qué decir de los cuentos cortos del autor irlandés. Francamente es uno de mis favoritos en el rubro de la literatura fantástica, pues tiene una narrativa sutil y de transición suave entre párrafos. El libro ofrece relatos como "The Nightingale and the Rose", "The Selfish Giant", "The Canterville Ghost" entre otros. Considero que constituye una buena fuente de inspiración creativa, aparte de señalar fallas morales comunes en la época victoriana que siguen vigentes hoy.

Carlos González Muñiz por otro lado enfrenta al lector con sentimientos de persecusión, angustia, confinamiento y represión en La Jaula de Mallik. Este libro contiene dos historias divididas en dos partes cada una. La primera que se presenta trata acerca de la soledad "acompañada" de unos generales, unos soldados y varios prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo "encuentro" -fortuito o no- los lleva a representar una obra de un dramaturgo nipón. La segunda historia habla acerca de un genio que se siente prisionero de su genialidad y opta por vivir sólo con instintos básicos. Después de una vida de criminalidad, Mallik -director del sistema penitenciario- diseña una jaula con el fin de torturarlo psicológicamente para lograr una readaptación a la vida social. La segunda parte del primer relato es el "background" de la obra de teatro; la del segundo cuento es lo que sucede después con lo que hay en la jaula y con el genio prisionero. Un libro interesante como propuesta de manejo de emociones del lector.

Además terminé de leer -después de mucho tiempo de estar en pausa- El Anticristo. Maldición sobre el Cristianismo de Friedrich Nietzsche. Aforismos, explicaciones, crítica y análisis nihilista -y casi ateísta- de la religiosidad Cristiana. Inspirador si uno es religioso pero duda de la forma en que se vive la Religión y de cómo maneja (y manipula) la Iglesia Católica -y probablemente también la Protestante- la fe y la moralidad de los creyentes, obtenindo así gran poder sobre el ser humano. Pone a pensar, aunque es difícil llegar a una conciliación entre el autor y la religiosidad privada, en caso de tener una educación religiosa ortodoxa y poco abierta al cuestionamiento y a la discusión.

Y sí, reconozco que no pude resistirme a releer a tres de mis favoritos. Habría leído algo nuevo, pero... digamos que mi estado de ánimo ameritaba que volviera a enamorarme del primero, imaginar con el segundo y recordar la versión original del monstruo con el tercero.

Antoine de Saint-Exupéry describió perfectamente a mi hombre ideal en El Principito. Inocente e ingenuo ser que dejamos de escuchar cuando las "responsabilidades" de gente grande se adueñan de cada ser humano, el extraño visitante de un asteroide lejano recuerda al protagonista que "Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos". Alguien que aprecia las cosas simples y que sabe que son las más hermosas, sólo puede ser descrito con una palabra: niño.

JK Rowling escribió hace no mucho tiempo una saga que volvió loca a una generación completa. Los siete libros de Harry Potter recorrieron el mundo y lograron lo que muchos periódicos y algunos especialistas pensaban imposible: que los jóvenes leyeran. Es una historia fantástica con argumentos que puntualizan algunos de los valores occidentales más importantes, tales como la amistad, la lealtad, la lucha por lo que es mejor y el sacrificio que esta lucha implica, además de la búsqueda constante de los méritos propios. En fin, es una saga muy comercial que marcó parte de mi adolescencia, pero que como discurso y medio de difusión de valores es muy efectiva.

Regresar a la novela magistral de Bram Stoker supuso una desintoxicación de la mercadotecnia y lo ridículo que me parecen las versiones contemporáneas del mito del vampiro. Drácula sigue siendo -y conservará ese puesto por mucho tiempo- el mejor libro, serie o película del demonio chupasangre... al menos ése es el lugar que tiene en mi lista de temas y títulos predilectos. En parte por mi afición al terror, al suspenso, a lo sobrenatural y a las supersticiones... y también por mi insana adicción a la mitología. De cualquier modo, me sirvió para comprobar que por más que maquillen y cambien la apariencia del vampiro, yo me quedé en el arquetipo... y en el estereotipo clásico de la criatura.

Como ven, el ocio sí estuvo presente por mi casa, aunque un poco más extraño de lo habitual. Todo gracias a la muerte de mi laptop y la restricción de horario para el uso de la computadora pública de mi hogar.

Al fin... el fin de las vacaciones

Creo que estas vacaciones largas, abrumadoras y completamente desquiciantes me han servido bastante, no nada más para leer, dormir y hacer ejercicio a lo bestia, sino para cosas (un poco) más trascendentales.

Comenzaron con el primer voluntariado que hago. Participar en el Tercer Festival de Cine en Derechos Humanos organizado por Fundación Cinépolis fue algo que me dejó un nuevo nivel de consciencia. Vamos, estaba consciente de los muchos problemas que hay en el mundo concernientes a nuestros derechos fundamentales, pero ver algunos documentales que pusieron la realidad en caliente... me movió el piso. Me hizo considerar que un cambio -o muchos- en mis perspectivas de vida eran necesarios.

Para empezar me di cuenta que este blog debe volverse más abierto a temas y formas. O sea: ya no me voy a clavar en mis melodramáticos aconteceres del corazón. No fue precisamente sencillo llegar a esa conclusión (un poco lógica), pero creo que es lo mejor que pude haber pensado. Hacía fácil tres meses que no escribía algo, por una cuestión más que nada evasiva; y cuando me percaté del hecho e intenté remediarlo, entendí que simplemente no puedo seguir tirándome al drama y al llanto. Lo que sucede, pasa y punto. Escribirlo suele ayudar, pero creo que un blog no es el mejor lugar para el análisis personal. Claro que de vez en cuando (entiéndase MUY ocasionalmente) puedo postear algo por el estilo, siempre y cuando no se convierta en una vorágine de la que no pueda escapar.

Creo que esta nueva fase tuvo origen gracias también a un acontecimiento "importante": mi hermana y mi madre se fueron de viaje tres semanas. Ya sé que no suena impresionante, pero la situación (aunque no es muy complicada) fue nueva y me desequilibró. Me quedé sola con mi abuelo, un hombre -o mejor aún: un niño impertinente- de 84 años que pretende hacer las cosas a su manera; mi papá -una persona de trato difícil, por decir lo menos- cuyo horario me transtornó toda la vida; y mi hermano -un puberto insoportable- a quien quiero mucho pero que simple y sencillamente no tolero por grandes cantidades de tiempo; además del personal doméstico (o como mi madre las llama: asistentes domésticas), que aunque si fue un aliviane ENORME tenerlas, también contribuyeron a algunas situaciones complicadas.

Lo que más patidifusa me dejó fue que mi mamá me dijo: "Te entrego mi casa. Tú te tienes que encargar de todo: súper, comida, aseo, lunches, desayunos, pagos, etc. Además tienes que ver que tu padre lleve a la escuela y no mate a tu hermano y TE EXIJO que no los matrates (hablaba de los tres varones). Tienes que ir al médico con tu abuelo y pedir su medicamento. Y te encargo el negocio. No quiero que dejes tus cosas de lado, pero espero regresar y encontrar todo en pie".

Confieso que encontré este sermón muy intimidante. Pero, ¿qué podía hacer, si ella ya tenía un pie en el taxi del aeropuerto y yo estaba a punto de irme al gimnasio? Asentí, les desée un buen viaje y me fui. Empecé la semana decentemente: el miércoles se complicó por la ida al súper sin coche y con presupuesto limitado. Logré hacerlo sin causar un crack financiero, aunque el viernes tuve que recoger al enano y completar las compras que, de haberlas hecho el miércoles, me habrían ocasionado transtornos en el transporte. Así llegamos al fin de semana, en el que el viaje al negocio fue una aventura.

Me explico: cuando estoy en el Estado de México, mi papá me da permiso de manejar, siempre y cuando vaya acompañada de un adulto (lo cual me enoja bastante porque yo YA soy considerada como tal). Mi tío -quien fue el que me enseñó a conducir y que trabaja en el "changarro"- me encubre y me deja manejar yo solita. Total que me fui con la camioneta familiar a dar mis vueltas de práctica al centro del pueblo bicicletero (en realidad es una ciudad de poco más de 5,000 habitantes), y como era de esperarse... me perdí. Yo supongo que en realidad no me quedé en el pueblo, sino que en algún lugar tomé una vuelta equivocada y me llevó al pueblo vecino. Así que manejé por carretera sin darme cuenta. Regresé unas tres horas más tarde, rogando al cielo que a mi padre no se le hubiera ocurrido ir al establecimiento en una visita sorpresa. No fue el caso, por lo que cuando fue a recogerme para regresar a la ciudad, le conté la versión aceptable de los hechos: mi tío me guió en carretera.

La semana número dos pasó con menos altercados. El súper fue más fácil porque sólo era comprar frutas y verduras y algunos lácteos. El enano se quedó en casa un par de días y no tuve que ir por él a la "secu". Las asistentes domésticas arreglaron sus problemas entre ellas. Sólo un inconveniente mayor: La ida al banco y los depósitos y pago de inscripción y demás. Otra vez el presupuesto desde dentro de casa estaba limitado, y aunque ya tenía dinero, me inquietaba que no cuadraran las cuentas del negocio. Hice malabares, pero conseguí cubrir los gastos y tener un pequeño remanente. Sin embargo, la tensión en casa se sentía: papá molesto por tener que esperar al enano en las mañana y llegar tarde al hospital. Enano cohibido por hostilidad de papá. Abuelo irritable por querer hacer "arreglos" en la casa y mi negativa disfrasada de excusa. Evadimos los problemas un poco y tratamos de poner nuestra mejor actitud y disposición para convivir armónicamente. Además, mi nerviosismo se vio acrecentado por mi desición de manejar la camioneta en la ciudad sin decirle una palabra a mi papá.

La tercer semana fue mejor: mi hermano terminó el curso, por lo que los niveles de estrés de mi papá se volvieron inversamente proporcionales a los míos. El súper lo hice en tiempo récord. Comenzaron a importarme poco los balances generales del negocio y la situación mejoró un poquito. Un pequeño accidente al volante ocurrió: me chocaron en un alto. No pasó a mayores, y no permití que amedrentara mi estado anímico. Pero mi abuelo me sacó de mis casillas a mitad de semana: no pidió su medicamento en su consulta y me echó la culpa a mí. Fue una discusión absurda y frustrante, porque en realidad marcó mi conversión a ser el chivo expiatorio. No me molestó la posición porque llevo varios años siendo la disidente oficial de la familia, pero el que pretendiera que hiciera todos los trámites y recordara lo que toma... Ni yo me acuerdo de tomar mi medicamento, como que querer que esté al tanto de los tratamientos de otros es demasiado pedir. Para el sábado yo ya estaba pidiendo de rodillas que regresara mi mamá, y cuando llegó al aeropuerto el martes... fui la persona más feliz.

Esto me sirvió para otras varias cosas. Me dí cuenta que ya puedo administrar una casa. Si tuviera una fuente de ingresos, podría irme de mi casa, poner un depa y llevarlo a la perfección. También me percaté de cuantas cosas hace mi mamá por mí y lo difícil que es coordinar la vida de varias personas. Aprendí cómo tocar temas delicados con mi papá. Y algo que tengo que seguir prácticando: a no dejar que las actitudes y las vibras de otros me afecten.

Saturday, June 12, 2010

Eheeeem...

"Después de varias (en realidad demasiadas) semanas de autoindulgencia y falta de espíritu creador, supongo que es buen momento para explicar la ausencia de todo y nada; sobre todo porque he tenido un millón de cosas qué decir, pero como siempre y para romper la costumbre, se ha subido el grado de paranoia. El peso de las declaraciones que siguen es francamente impactante, más que nada por la ligereza -o liviandad- con las que he de tratarlas y la trascendencia que tienen en la vida de una persona. No pretendo ahogarme en un vaso de agua, pero creo que es necesario escupirlo todo de una buena vez, considerando que pocas personas han de leer esto."

Suspiró. La realidad es que nadie leería nada de lo que publicara. Si fuera un poco más realista (cruzando ligera y subrepticiamente la línea que separa la realidad del pesimismo) y tuviera dos grados menos de orgullo, reconocería que se había equivocado de camino. Decidió continuar con la aventurada columna -que parecía más una entrada de Diario de alguien de secundaria que un ejercicio para su clase de Análisis Literario- para evitar malintepretaciones que después le harían hervir la sangre como agua para pasta. Amaba su carrera y la profesión que había escogido: le encantaba enterarse de todo y poner su acidez y sarcarso a trabajar en equipo con su capacidad de análisis, aunque si se decía las cosas honestamente, sabía que su forma de escribir no era la más accesible.

"Hace unos cuantos días, encontré a una persona inquietante. Parecía normal y joven, aunque se le veía con cansancio y hastío. Se me hizo un claro ejemplo de la insatisfacción y del inescapable mal de la postmodernidad capitalina. Osé hablar con este ser humano, llendo en contra de mi usual timidez y reserva. Hicimos platica leve que duró poco tiempo, por lo que me cayó como balde de agua fría que tan rápido como le hablé, nuestros temas de conversación se hicieron más profundos. No sé la razón de esa 'confianza', inusitada e inesperada como un día soleado a la mitad de una temporada de lluvia. Lo que sí sé es que cuando nos despedimos, la mirada que vi en sus ojos era más inquietante que al principio. Como que se revolvió algo en su interior que no sabía interpretar, y tal vez pretendía que yo lo hiciera. He de confesar que soy muy inhabil para interpretar a las personas: nunca puedo decir qué pasa en sus cabezas en un momento, mucho menos saber sus intenciones. En realidad, el punto que busco resaltar es mi incapacidad innata de conectar con los otros."

Dejó escapar otra bocanada de aliento. El ligero aroma a café que pendía del aire a su alrededor le recordó la necesidad de rellenar su taza, después de hacer una escala técnica allá-donde-todo-mundo-va-solo. Así que, levantose de su silla, caminó unos cuantos pasos lejos del escritorio, extendió los brazos en cruz y se estiró. De inmediato rió entre dientes, como para que su imaginaria compañía se enterara de que había pensado algo pero que no supiera qué pensaba acerca de lo que había pensado. Cambió de postura, y arqueó la espalda. Rió de nuevo. Esa mañana sería una larga y frustrante, pues su imaginación e ingenio estaban más dispersos de lo usual. Le tomaría todo el día escribir una columna que usualmente no le llevaba más allá de un par de horas.

Así que se aventuró a salir de su santuario, descendió las escaleras en una confunsión alucinante, cruzó la sala y el comedor creyéndolos parte de una jungla insalvable de muebles y adornos y fotografías vergonzosas. Escabullóse a la cocina en medio de una batalla por supremacía entre jabón, escoba, pies y mosaicos que se resistían a la limpieza religiosa de los viernes. Al salir campante y llegar a su objetivo, llenó su taza favorita -la de los "Caminos de Michoacán"- de aquella bebida de dioses, negra como sus pensamientos más delirantes. De pronto se dio cuenta de que la Odisea para llegar de vuelta a sus aposentos sería aún más complicada que la de salida... sobre todo si quería llegar con el botín intacto.

De tal suerte que se armó de paciencia, calculó cada uno de sus movimientos y se dispuso a ejecutarlos con presición milimétrica. Cuando salió de la zona minada por charcos de jabonadura sin haber derramado una sola gota de café, se atrapó pensando en el orgullo que habría causado esa suerte de pasos de haber sido practicante del ballet clásico. Reanuda la marcha a toda prisa; las ansias de terminar la tarea aumentan a cada segundo, al igual que la indecisión acerca del contenido.

"Tanto como incapacidad... no. Creo más bien es una ligerísima renuencia causada por una menos ligera desconfianza. Créanme que es un tema recurrente de autoanálisis y autodiagnóstico... o mejor dicho: obsesivo. Y es que subraya y resalta la parte más dialéctica de mi: un miedo terrible al otro y un deseo incontenible de tal; pero como es de esperarse: en la vida cotidiana, la lógica y metodología brillan por su ausencia. Claro está que los intentos de moverse en dicha región racional se ve frustrada al vivir en sociedad, cosa que es altamente inevitable... por más que se quiera lo contrario. A veces me encuentro tratando de dilucidar esta inconexión terrible entre los demás y yo, pero la respuesta siempre se me escapa entre los dedos."

"La observación empírica de este fenómeno me ha tomado por sorpresa, dado que es más usual de lo que en verdad podría sospecharse. En ese aspecto, gran parte de la humanidad sabría que tiene algo en común con el prójimo. Pero no es así. Cada quién ve al de enfrente, el de atrás, los de al lado como seres que tienen nada de qué preocuparse. Seres que saben cómo reaccionar, qué decir, qué pensar y cuánto y cómo demostrarlo. Creo que la pregunta esencial aquí es ¿cómo saber bajo qué reglas se juega con cada individuo con el que nos involucramos? Y es que pasando de la cuestión y la perspectiva mercantilista, las relaciones humanas se dan básicamente por negociación. Tal vez no de qué quieres, qué quiero, cuánto vas a ceder tú, cuánto yo y qué estrategias vamos a usar para obligar al otro a ceder, sino estando en el entendido de que todos necesitamos algo diferente y estamos dispuestos a ser alguien diferente con personas diferentes."

"Vamos, podría decirse que tenemos máscaras para cada individuo con quien cruzamos palabra, pero eso no puede ser del todo malo... ¿o sí? Considero que es más bien una forma de defender lo que nos hace únicos contra todos los puntos en común. Saber que compartimos muchas más cosas de lo que creemos con los demás -aunque nos cueste admitirlo- puede lograr que perdamos esa conciencia de lo diferente, de lo privado, de lo que es exclusivamente 'mío'."

Miró su archivo de Word 2003 y se sorprendió. Había llenado las cuartillas requeridas... y aún no había terminado lo que quería decir. Estiró el brazo derecho y agarró su diario, la pluma fuente de tinta azul con la que escribía y comenzó así a hacer su propio manifiesto: El Manifiesto de las Máscaras Indivisibles e Intercambiables...

Monday, March 29, 2010

“Por favor… sólo te pido por favor, deja de recordar un ‘nosotros’. Deja de pretender que no me conoces, que no has leído por completo mi ser y que no has dejado tus pensamientos escritos en mi sangre. En lugar de simular, búscame en los márgenes de tu vida, en los rincones más oscuros de tus deseos inconscientes, en los momentos del día en los que te odies por no controlar el indescifrable impulso de ira que te llena y te desborda… El cristal con que me miras, inerte y frío, no depende de mí. Quiero creer que a tus ojos soy como la rosa que espera pacientemente a su asesino: irradiando belleza, le señala el camino por el cual ella ha de exhalar su último aliento.

“No pienses más en mí… pero toma la decisión de sentirme: deja a mi aroma embriagarte, permite a tus manos vagar, escucha mis suspiros llamándote, abre tus labios y saborea mis límites, mira con cuidado y captura la imagen del momento en el que me muestre más vulnerable y débil. Dejaré que lo uses ése instante a tu conveniencia, pues no hay otro al que yo prefiriera como verdugo. Vuélveme loca, hazme gritar, sé la causa de mis interminables lágrimas. No me importa qué hagas fuera de mi vida pero cuando regreses, asegúrate de hacerlo por la puerta de atrás, sigilosamente y en secreto, para que la ansiedad que siento cuando no estás y te extraño se mantenga eterna.

“Vuélvete violento y pasional y posesivo y todo lo que quieras. Escribe mi destino con la ligereza de tu beso; firma el acta de mi perdición con tus manos ásperas apretando mi cintura. Diseña un castigo para mi traición después de dirigirme tu mirada siempre impávida. Piensa en una forma en la que expíe mis apetitos más prohibidos mientras me privas de razón con tu aliento sobre mi piel; una estrategia que me haga pura a tus ojos de nuevo. Crea en mí la necesidad de estar contigo, de no darte la espalda otra vez. Transfórmate ante mis ojos; conviértete en una criatura muy aterradora, en el mejor y más refinado depredador con el que me pude haber encontrado jamás. Saca de mí el deseo de ser tu presa, de dejarte matarme y jugar con mi cuerpo a tu voluntad.

“Inspírame a crear mi propia religión en la que tú serás El Salvador, El Que Perdona, El Que Trae el Fuego a la oscuridad de mi blasfema vida. No me des alternativas mas que la de adorarte, la de dedicar mi vida a tu existencia. Confúndeme tan bien, tan fuerte, tan profundamente que lo único que sea yo capaz de ver sea a ti. Borra de mi mente cualquier otra oferta que pudiera tener… Convénceme de que fui hecha para estar contigo y para ti…

Monday, March 15, 2010

"Please, just please... stop remembering an us. Stop pretending you do not know me, that you have not read me all over again. Whichever crystal everyone sees me through does not depend on me. Instead, search for me in your present sidelines; in the darkest parts of your unconscious wishes; in that hateful moments of the day in which you cannot control that outburst of undecipherable rage... I am just like the rose that is awaiting patiently for its murderer: beauty radiating, signalling the way she will be taking with her final breath.

"Think of me no more, but make a decision to feel me: let you rough hands wander, let my fragrance inebriate you nose, open up your lips and savour all of my edges, listen to my sighs calling your name, keep the image of me in whatever moment you catch me vulnerable and weak. I will let you use it to your advantage, because there is no one else I would rather have as a tormentor. Drive me crazy; make me scream, be the cause of my endless tears. I do not care what you do out of my life, but when you come back, be sure to do so through the back door, silently and undercover, just so you can make the anxiousness I feel whenever you are not here and I am missing you a never-ending sensation.

"Become violent and passionate and possessive and what-else-not. Write my fate with your feather-light kiss, sign the act of my perdition. Design a punishment for my betrayal, a way to expiate my forbidden desires, a strategy to make me pure to your eyes again. Create in me a need to be with you, to never turn my back on you again. Transform right in front of me, turn into the scariest creature, the best and most refined predator I could have ever met. Draw up in me the longing to become your prey, let you kill me and play with my corpse as you want.

"Inspire in me the call to create my own religion in which you are the saviour, the one to forgive, the one to bring light into the darkness of my sinful life. Give me no alternative options but to worship you, to devote my life to your existence. Confound me so good, so hard and so deeply that all I can see ever again is you. Erase from my mind any other offers I might have, convince me that I am only mean to be with you, for you...

Monday, February 15, 2010

un minuto, por favor...

"Bien, creo... que todo ya fue dicho en silencios y omisiones, en ausencias y desprecios, en litros de tinta que escurren por la piel de esta poetisa, en desolaciones disimuladas y máscaras de tranquilidad. Sé a la perfección que escribir de nuevo es sólo una excusa para no dejar ir: escribo sin embargo.

"No es que me aferre a tu despedida, pretendiendo que sigues aquí, buscando por todos los medios verte a mi lado, infundando mis locuras en deseos estúpidos y dejándolas volar al terreno del olvido. Y entonces... ¿qué es? La existencia de un algo que se niega a morir así como así, dudando de su intención, preguntándose a sí mismo si es en verdad, existe o sólo es una ficción más de mi cabeza.

"Claro, me ha (¿he?) vuelto cursi a regañadientes, persiguiendo mariposas ilusorias, irrisorias desde el pensamiento, volátiles y perpetuas cuando me hallo a solas, hundiéndome en las ensoñaciones al calor de una inusualmente cálida tarde de invierno, en la que medito si ir a tu encuentro casual o sólo desvanecerme en mis aposentos: los dominios de esta princesa sin reino alguno.

"Vaya que ya no cuestiono las razones inesperadas que me mueven a aparentar ser lo que soy y lo que no soy también... un amasijo de contradicciones... o una madeja que no tiene ni principio ni fin... o un río que espera que te bañes en él todos los días, siempre diferentes ambos... llamadlo como quieras, pero llámalo de algún modo, porque sé que esto es tan real como lo somos tú y yo...

"Con eso podría decir que entonces es inexistente, mero producto del inconsciente aburrido y hastiado de la monotonía de esta obra de teatro que no tiene intermedios ni escenas ni actores visibles, de tantas meditaciones y sinsentidos sin editar. No es conveniente quedarme con esa premisa, porque luego me absorbería el pesimismo que en ella está implícito... habrá que caminar, consecuentemente, por las praderas especulativas de probabilidades infinitas a las que esta ciega aspira sin conocerlas siquiera.

"Me pregunto en este instante... ¿Cuántas millas que camine serán necesarias y suficientes para convertirme en una persona diferente? ¿Acaso se puede? ¿O de nuevo estoy poniendo excusas y evasivas?

"Confieso que no soy quien puede decir las cosas de frente y a la primera... que soy obtusa y nada (¿cero?) perceptiva... que sonrío para comprarme ideas que no son mías y que tal vez nunca cuadren con mi cambiante cosmovisión, pero aquí entre nos, en confianza y con toda la libertad que mi barrera del lenguaje y mi evidente falta de léxico me permiten...

"Considero seriamente que puedo dedicarme al teatro... Teatro Shakespeariano si he de precisar... drama, drama, drama... curioso es que siempre encuentro algo de lo que quejarme, algo que me permite descargar kilos y kilos de sarcasmo, ironías y acidez que me corroen por dentro... y creo que lo sabes... ¿O no?

"Vamos que mis descripciones son ambiguas y autorreflexivas... tal vez mi ente ¿es? un texto estético... y si no mi ente, por lo menos lo son toda esta sarta de tonterías escupidas aleatoriamente y sin mas razón de ser que ser.

"En algún tiempo pasado, presente o futuro, probable y equidistante al instante anterior, me dijeron que parezco mariposa... o abeja... no es casual, pienso yo, ya que mi nombre en griego significa precisamente eso: abeja...

"Situación paradójica: cambio de intereses, actividades, actitudes y demás aspectos definitorios (¿definitivos?) de una persona más rápido de lo que puede cambiar el rumbo del viento... o en su caso, el clima de la Ciudad de México...

"Tal vez esta metrópoli caótica y desenfrenada ha tenido más impacto en mí de lo que había supuesto. De entrada está sobre poblada y no hay orden en sus calles que son como los canales por los que fluye el tránsito de mis ideas, tan dispares, plurales y eclécticas como gente en este lugar que amo como a mi vida misma.

"Pero... volviendo al tema en cuestión... que por cierto, ya olvidé cuál era... ah sí, decirte que quizá agradezco ciertas omisiones como la que haces tú de mí..."

Saturday, January 16, 2010

Siento y no siento la piel, carcelera de mi alma; la sensación de encierro es insufrible, intolerable de vez en vez. Soy como un pajarillo recién capturado golpeándose contra los barrotes de su jaula, sabiendo de antemano lo fútil de sus intentos de escape, acongojándose con las añoranzas de su vuelo en libertad. Y sin embargo, me hallo entumecida de los estímulos externos: no siento los rayos del sol quemando dicha barrera, ni el suave viento que me toca toda, ni la humedad de la tierra entre mis dedos mientras huyo de todo lo que pretende proteger lo que sé que no soy.

A pesar de esto, hay un tiempo, algunos momentos en los que no siento y siento; son cuando estoy contigo, estás conmigo, estamos juntos amor.

La piel de muchos tonos distintos de mi cuerpo se vuelve papalote: artífice de mi liberación instantánea, efímera y entonces no siento la melancolía de una soledad autoinfligida ni el recelo involuntario por el contacto con lo desusado; son tus dedos, tus labios diseñadores del artilugio, tus pupilas miden cuidadosamente la profundidad de las mías, la urgencia de la necesidad de escabullirme, las ansias de volar lejos. En ese instante de encuentro siento fuego helado asesinando todos mis instintos de huída, dulces sacudidas de las murallas erigidas en torno a lo que más cuido, la textura de una pócima que paraliza y exalta el palpitar de mis nervios y el ritmo cadencioso del corazón que se vuelve uno con el mundo, intentado comprender al tuyo, amar al tuyo, cuidar al tuyo. Tu hablar parsimonioso arrulla tiernamente la inquietud de mi delirio paranoide, la tibieza de tu mano resucita mis ganas de cubrirme de ti.

Pero se desvanece todo un segundo después de haber empezado, y volvemos a los juegos, al andar escurridizo, a las evasivas de permanencia, volar y correr… a la existencia disimulada de algo incomprensible y nuestro…